El Ganado de la Superficie
Imagen I: Eucitliuiklak mirando una ciudad, por Azzedar-san, modificada por Jakeukalane.
Texto original de Avengium inspirado subterráneamente en Pangu.
Cuando pasaba por el Plano de Oñugrach, la deidad de la naturaleza Eucitliuiklak 1 sintió un ligero sueño en la forma material que habitaba en ese momento, una forma humanoide, pero muy distinta de como se podría uno imaginar un humanoide.
Su forma corpórea media miles de kilómetros y estaba compuesta de tierra, ramas, raíces, humus, humedad, riachuelos y hierba, inacabables campos de hierba. Sintiendo esto en su forma material, decidió descansarla. Se echaría una cabezadita, sólo 2000 ó 3000 años.
Apoyó su mano en un planeta habitado y se dispuso a usarlo de almohada. Donde posó su mano grandes olas se levantaron y abatieron las costas vecinas; donde posó su cabeza, la tierra se inclinó ante su poder formando un cráter gigante.
Pasaban los años, y la gigantesca pero ingrávida forma de Eucitliuiklak seguía ahí, pegada al planeta como una parte más de él. Se había mimetizado con las especies vegetales autóctonas y pensando que era más terreno, los animales salvajes habían acudido a poblarlo 2.
Pasados aún más años, los animales domésticos y sus pastores se fueron acercando a la superficie de Eucitliuiklak, que más tarde bautizarían como Odicedneb, "las Tierras Bendecidas"3.
Cuando se llevaba a este territorio recién descubierto una invención artificial, ésta empezaba a fallar y llegaba hasta el punto de desarmarse sola o explotar, con el consiguiente peligro para sus portadores. En ocasiones, cuando los objetos no explotaban hacían que ellos mismos o su portador se sintieran tan pesados que no pudieran avanzar un paso más.
Debido a estos extraños sucesos, los lugareños decidieron que dejarían estos terrenos como terrenos de pasto y que no se llevarían herramientas que no fueran imprescindibles.
Aquellos que no estaban de acuerdo con esta prohibición empuñaron armas y fuego para arrasar las vívidas laderas, pero no consiguieron nada, cuando fueron a lanzar el fuego, se humedeció tanto el ambiente, que las antorchas se apagaron solas, y cuando empuñaron los azadones y las hachas, éstas se llenaron de hiedras y retamas tanto que los pastores no pudieron agarrarlas de nuevo; en cambio, el agarre de las retamas sobre las armas rompió las armas en pedazos.
Mientras, las vacas, las gallinas, gallos y pollitos, los conejos, los cerdos, las ovejas, las cabras, los burros, camellos, llamas y todos los demás animales disfrutaban de la vida, no preferían otra tierra, ni necesitaban otro alimento.
Al cabo de unos años, todos los animales, ya fueran domésticos o salvajes, se desvivían por ir a esas tierras y unas vez en ellas, se esforzaban por permanecer en ellas. Hasta el punto de que un día resultó imposible traerlos de vuelta.
Los animales que pastaban en la superficie de Eucitliuiklak se veían más hermosos y lozanos, apenas envejecían y casi nunca enfermaban siendo esto sólo una anécdota en sus vidas.
Los pastores no podían más que maravillarse con estas tierras bendecidas, y al transcurso de unas cuantas décadas, ellos también abandonaron sus antiguas ciudades y se llevaron lo imprescindible para su vida en la naturaleza.
Su planeta no quedó despoblado, las criaturas que no fueron a los nuevos territorios continuaron su vida normal y las culturas y los imperios se fueron sucediendo.
Mientras, en la superficie de Eucitliuiklak, u Odicedneb, las tierras bendecidas como se paso a llamar por sus pobladores, el ganado ramoneaba con fruición.
Un día, los pastores empezaron a notar temblores de tierra, y los astros que veían en los cielos se empezaron a mover. Esto fue porque Eucitliuiklak se había despertado de su siesta, y estaba dispuesto a reanudar su camino, pero ellos no lo sabían.
En Hatmoriss, el planeta del que provenían, se empezaron a sentir temblores de tierra, unas cordilleras que todo el mundo recordaba que hubieran estado ahí desde siempre empezaron a moverse cada vez más hasta que se despegaron del suelo.
Donde Eucitliuiklak había posado su mano, el océano creó olas gigantes para reclamar aquel terreno, y donde antaño había posado su cabeza, el cráter gigante que creara antaño se hizo visible.
Mientras, en Odicedneb, que llevaba consigo una pequeña atmósfera respirable, el lento desplazarse de los miembros de Eucitliuiklak no produjo más que algún ocasional despeñamiento, pero todos los demás seres vivos fueron transportados en su superficie sin demás percances.
En la Actualidad, Eucitliuiklak continua andando camino de su destino, y quien sabe que le deparara el futuro al ganado de la Superficie
*1: El nombre de esta deidad es un nombre con una base de partida como anagrama de Chalchiuhtlicue modificado posteriormente, se pronuncia /eu-ci-tli-ui-klak (clak)/. Volver.
*2: Esto recuerda al concepto clásico de Zaratán, un ser vivo que por el hecho de ser tan enorme se habita en él, siendo percibido como una montaña viviente o como un ser vivo según los casos. Volver.
*3: Eucitliuiklak (el mismo y el volumen de sus avatares) y la superficie de sus avatares, generalmente reciben nombres distintos. En este caso, los habitantes de su superficie pusieron el nombre de Odicedneb, las tierras bendecidas a su superficie, ignorando totalmente la existencia de Eucitliuiklak, y por lo tanto no dándole ningún nombre específico. Odicedneb es un anagrama de "bendecido". Volver.
Criaturas: Dioses (Eucitliuiklak), ganado (vacas, gallinas, gallos, pollitos, conejos, cerdos, ovejas, cabras, burros, camellos, llamas).
Espacios Planares: Plano de Oñugrach (Hatmoriss, planeta), Eucitliuiklak (Odicedneb).
Texto: Avengium.
Imagen I: Azzedar-san, modificada por Jakeukalane. Imagen original aquí → Moss giant. Imagen en tamaño completo → Eucitliuiklak. Imagen original en tamaño completo aquí → Moss giant (imagen). Imagen alternativa → Eucitliuiklak (alternativo). (antigua/antigua 2)
©Avengium ©Azzedar-san ©Hyposs Productions.
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