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El Bestiario del Hypogripho Dorado

El Planeta Gemraid I: La Caída de Oth'rendor

El Planeta Gemraid I: La Caída de Oth'rendor

Imagen I: El humanarym Oth’rendor tramando un plan, antes de conseguir la varita Camino del Abismo, por Blanca Sobrino.


Este artículo ha sido mejorado en la wiki


Texto original de Avengium.


Antes de que los Gem Nahuierahs existieran siquiera en Gemra, —llamado por aquellos tiempos Gemraid—, el planeta ya bullía de vida. Las gemas eran muy escasas y codiciadas por todos aquellos que las apreciaban.

En el Continente Yurops, —por aquellos tiempos denominado Soruy—, estaban asentados diversos reinos de Humanarym que se desarrollaban trabajando la tierra y comerciando materiales entre ellos.

Soruy tenía muchísimos más bosques de los que tiene hoy Yurops y eran el hogar de los desconocidos Avariel de Gemraid. Siempre que un humano veía un Avariel de Gemraid se le iluminaba la cara, quedaba extasiado durante unos momentos con la diáfana belleza de los Avariel, ya que según cuentan, eran los seres más bellos del planeta.

Los Avariel de Gemraid no se mueren por vejez o enfermedad y ayudan a todo aquel que ven con buena intenciones.

Las Tierras Salvajes eran igual de salvajes por aquel entonces, con su apabullante variedad de seres vivos. Aunque los Reinos Jabalí de Aloenrac protegían las tierras de Soruy bloqueando el paso por lo que hoy se conoce como las Montañas de Carneola.

Un mago humanarym por aquellos tiempos era Oth’rendor, era bajo y de complexión flaca, pero tenía una curiosidad insaciable, su curiosidad se especializaba en los nuevos hechizos, Oth’rendor iba a cualquier sitio con tal de aprender hechizos nuevos.

Como había escuchado que en las Tierras Salvajes se ocultaban numerosos hechizos nunca vistos en Soruy, Oth’rendor decidió asentarse en Aloenrac. Allí permaneció bastante tiempo. Había podido ir a los Archipiélagos de Arena o al Desierto Helado, pero decidió viajar a las Tierras Salvajes.

Mientras, en Afraeka, Rolib, el oráculo del Imperio Leonhino, pronosticaba en aquellos momentos que tiempos oscuros estaban por venir, alguien que llevaba allí mucho tiempo y alguien venido de lejos se enfrentarían en una lucha que llegaría a escalas épicas. Hasta los dioses verían que se estaba librando y de esa lucha dependía el destino de todo el planeta.

Los Leonhinos, que hasta ahora habían sido muy reservados con respecto a su arte marcial superdesarrollado, el Kimhinsul, decidieron enseñárselo a las demás especies de su entorno para que se conservara en el tiempo. Aun así, era muy avanzado y las demás especies solamente captaron fragmentos y lo interpretaron a su manera.

En la Jungla Escamosa, los Yuan-Tha seguían construyendo sus pirámides en mitad de la selva. Mientras, en Eimeraik, los Aviala vivían plácidamente con todas las Llanuras Centrales para ellos solos.

En Albaernia, los Enanos Albos seguían buscando la fuente de la que brota mármol para beber de ella.

Mientras en Vstrokean, los Kang Arhu invadieron las islas de los Talladores de Estatuas.

La vida continuaba en todas partes al mismo tiempo. Pero pronto iba a suceder algo que los afectaría a todos. En una de sus incursiones en las Tierras Salvajes, Zaig, el comandante jabalí y sus hombres cayeron en una emboscada. Resistieron muy valientemente, pero al caer la noche sobre ellos fueron diezmados. Sus enemigos eran más de los que podían combatir.

Los que sobrevivieron huyeron de la zona de batalla. Oth’rendor, que iba con ellos, escapó sano y salvo y acabó en unas ruinas medio derruidas. Le extrañó que estuvieran tan desiertas. Se puso a explorarlas. Entró por una gruta que descendía, parecía muy burda desde el exterior, pero cuando estuvo dentro y sus ojos se acostumbraron a la penumbra, vio una antorcha en la pared. La encendió y vio que las paredes estaban labradas en el interior. Mientras, él continuaba descendiendo.

A pesar de que en la superficie las ruinas no ocupaban mucho espacio, el corredor se extendía sin torcerse durante mucho tiempo. De los lados en ángulo rectos salían más pasillos totalmente rectilíneos que se perdían en la distancia. Oth’rendor no entendía los grabados en las paredes, que eran una especie de lenguaje compuesto a base de muescas con lo que siguió de frente. Llegado a un punto las paredes fueron sustituidas por las de una cueva.

Oth’rendor pasó horas recorriendo los serpenteantes caminos de la cueva cuando encontró un lago subterráneo. Se inclinó a coger un poco de agua. Cuando se incorporó vio a su lado a un hombre cuervo albino y se sobresaltó. El cuervo le dijo que sabía a lo que había venido y que le acompañara. Era ágil y parecía conocer los pasillos a la perfección. Aun así a Oth’rendor le pareció una caminata muy larga. Finalmente llegaron a una especie de altar. El hombre cuervo le dijo a Oth’rendor que se acercara y en cuanto Oth’rendor se acercó entró en trance.

Lo primero que vio fue magma, todo su campo de visión estaba lleno de magma. A continuación, a través del magma empezaron a surgir ríos de tinta, que significaban la representación de hechizos que Oth’rendor nunca había visto.

De repente, una voz cavernosa empezó a hablarle:

—Aquí tienes todos los hechizos que necesitas.
—¿Quién eres? —pregunto Oth’rendor.
—Soy el Poder de Abajo, soberano de las profundidades, adórame y todo esto te será concedido.—¿Por qué tendría que adorarte?
—De lo contrario el magma de Gemra se hará con tu cuerpo.

Oth’rendor sopesando las alternativas cayó en la cuenta de que debía de haber caído en la trampa de alguna deidad. Por eso el camino de llegada estaba tan despejado. No le quedaba mucho que hacer, procuraría seguir vivo e intentar zafarse en el futuro.

—Acepto —dijo Oth’rendor—. ¿Cuándo hay que empezar?

Al instante, todo el magma desapareció y Oth’rendor se quedó a oscuras. Pasó mucho tiempo en la oscuridad. Su retina seguía impresionada con el fulgor del interior del planeta, así que tardó mucho rato hasta que de verdad estuvo a oscuras del todo. Una vez pasó eso perdió la noción del tiempo.

Después de un buen rato se dio cuenta de que estaba en una habitación de roca. Superada la sorpresa inicial se puso en movimiento, llegó a un extremo de la habitación donde vio una abertura, era de noche. Se asomo y no se vio nada. Miro hacia el cielo y no reconoció las constelaciones. Debía de estar muy lejos.

De pronto, se sintió muy cansado, tanto que el frío de la piedra no le incomodaba. Por lo que se dejó caer y se quedó dormido en el suelo. Cuando se despertó seguía en la misma sala, con la misma oscuridad por la ventana, pero no estaba en el mismo lugar.

De repente entró en la sala un ser que Oth’rendor no había visto nunca, se parecía a un Humanarym, pero tenía la piel negro azabache con un reflejo azul oscuro y unos rasgos amenazadores.

—¿Te crees preparado para sobrevivir a lo que viene a continuación? —le espetó.
—No tengo ni idea de lo que me hablas.
—Pues ya lo descubrirás por ti mismo. —Y lo precipitó al interior de otra sala.

Nada más entrar vio que dos típicos orcos se abalanzaron contra él. Por instinto levantó las manos, iba a hacer algún hechizo rápido para salir del paso, cuando de repente surgieron dos manos hechas de una melaza de alquitrán muy fluida de detrás de los orcos y los agarraron. De otro movimiento que hizo con las manos conjuró una cuchilla a la altura de sus cabezas que barrió la habitación y se esfumó antes de tocar la pared.

Atónito, Oth’rendor se miró las manos, eran las mismas siempre. Mientras pasaba esto, las baldosas se empezaron a desplomar y Oth’rendor estuvo a punto de caer a unas estacas si no llega ser por una baldosa artificial que conjuró. Su desconcierto no podía ser mayor, no recordaba esos hechizos ni antes ni después de lanzarlos.

Decidió acercarse a la salida. De nuevo, otra sala. Tenía un aspecto mortal, con montones de cuchillas barriéndola. Pensó durante mucho rato. Decidió no pensar mucho más y conjurar algo. Una sombra sin forma más o menos de su estatura surgió del suelo. Las cuchillas que estaban cerca de ella parecían ralentizarse. Visto esto, Oth’rendor se acercó a la sombra que emitía un frío invernal y esquivó las cuchillas. Al final de la sala había unas grandes puertas, distintas de las anteriores. No iba a conseguir abrirlas el solo, con lo que conjuró un Golem que le ayudase a abrirlas. Afuera aguardaba el mismo ser de azabache en un patio, con una varita.

Cuando las puertas se cerraron detrás de Oth’rendor, el ser negruzco le dijo "Ya eres discípulo de la Torre Oscura. Pero ten cuidado, en las Tierras Salvajes hay cien dientes por cada cerebro. Esta varita se llama Camino del Abismo y cuanto más la uses, más fuerza vital te irá robando".

Acto seguido desapareció en una nube de humo negro. Oth’rendor se quedó pensando en las palabras de ese ser, la situación parecía un callejón sin salida, si no había oído mal, o usaba la varita para sobrevivir o las tribus salvajes se lo comerían como a tantos otros. Sus ganas de nuevos hechizos se le pasaron por momentos. Pero al instante pensó, "si he de morir, que sea a lo grande".

Al agarrar con decisión la negra varita engastada en ónice volvió a oír la cavernosa voz de nombre olvidado, su título más reciente era el Poder de Abajo. Le dijo: "Buena elección. Si quieres ser el Soberano de la Superficie al igual que yo lo soy de las profundidades creare un ejército para ti". La idea le seducía, se ajustaba muy bien a su plan de morir a lo grande, pero no iba del todo con su personalidad, por un momento cayó en la cuenta del nombre tan veraz que tenía la varita Camino del Abismo, cuanto más luchase por sobrevivir, más perdido estaría.

Presagiando este oscuro destino Oth’rendor se abandonó a su cometido de futuro Soberano de Gemra.


Criaturas: Humanarym, Gem Nahuierahs, Avariel de Gemraid, dioses, Leonhinos, Yuan-Tha. Aviala. Enanos Albos. Kang Arhu. Talladores de Estatuas. Orcos. Golems.
Lugares: Planeta Gemra, Planeta Gemraid. Continente Yurops, Continente Soruy. Montañas de Carneola. Continente: Tierras Salvajes: zona de Aloenrac. Continente Jungla Escamosa. Archipiélagos de Arena, Desierto Helado, Continente Afraeka. Continente Eimeraik: Llanuras Centrales. Continente Albaernia. Continente Vstrokean.
Objetos: varita Camino del Abismo.
Edificios: Torre Oscura.
Técnicas: Kimhinsul.
Títulos: "El Poder de Abajo", oráculo del Imperio Leonhino, Soberano de la Superficie, Soberano de Gemra.
Organizaciones: Reinos Humanarym, Reinos Jabalí de Aloenrac, Imperio Leonhino.
Individuos: Rolib, Zaig.


Texto: Avengium.
Imagen I: Blanca Sobrino. Imagen original aquí → Oth’rendor (deviantart). Imagen en tamaño completo aquí → Oth’rendor (imagen).

©Avengium ©Blanca Sobrino

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